domingo, 5 de febrero de 2012

Víctimas y héroes

Varios son los Van Zandt que pueblan el escenario musical americano. Sin pensarlo mucho se me vienen a la cabeza el guitarra del Boss y el alma, que en paz descanse, de los Lynyrd. Quizas por ese motivo, Steve Earle, en su disco homenaje, se decanta por el nombre propio del homenajeado, y titula a su trabajo Townes.

Empiece por donde empiece, homenajeador u homenajeado, hablaré de alcohol, hablaré de drogas, hablaré de adicción y hablaré de sensibilidad a flor de piel y de pies clavados hasta más arriba de los tobillos en el barro de la pantanosa música americana.

Como es complicado hacerse comprender sin compartir un mismo idioma, una muestra de lo que el bueno de Earle hizo sobre la base del que fuera su colega, su hermano y su amigo, es esta preciosa canción titulada (Quicksilver Daydream of) Maria.


Lo primero que pensé cuando aún no había escuchado un solo tema pero sí había echado un vistazo al listado de cortes fue, "joder, otro disco interminable". Creo que el vinilo impuso un estandar temporal accesible al trabajo de un artista. Diez, once temas como mucho. Selección suficiente y necesaria tras un duro trabajo. El CD, maravilla tecnológica, cumbre de la ingeniería holandesa, me parece espacioso de más. Puede, tarea más complicada en el vinilo, llegar a cansarme. Acometer el gesto, tan poco apropiado en las reuniones de trabajo, de subir la manga de la camisa para dejar una mirada en la esfera del reloj.
Sin embargo trabajos como este me tiran el castillo de naipes al suelo.

No importa si son quince los temas versionados. Podrían ser veinte y seguiría escuchándolos igual. Esta es una de esas pocas veces donde la cantidad y la calidad se dan la mano. ¿Cómo resistirse a este sabor añejo y pausado que nos deja, por ejemplo, en Brad New Companion?





Las vidas de Townes Van Zandt y Steve Earle merecen, cuanto menos, una lectura en diagonal. El primero, diagnosticado desde su niñez de problemas psicológicos que iban de la bipolaridad a la manía depresiva, tratado con universitarios y horrendos métidos de insulina que borraron su memoria a largo plazo. El segundo ex-convicto, profundamente comprometido en lo ideológico. Consumados borrachos los dos. Autodidactas ambos de la música de raíces. Amigos en la etapa final del primero. Músicos en el sentido inevitable del término, no hubieran podido ser otra cosa más que artistas.

Es conocida la anécdota de Dylan con Townes, el primero loco por verle tocar, el segundo sin el más mínimo interés por darle el gusto. Encerrado, aprisionado en si mismo, en sus flores de jardín, en su caravana encallada. El segundo persiguiéndole hasta que consiguió escucharle rasgando su guitarra.

Una joyita más para acabar. A pesar de ser tejano hasta la médula (la família Van Zandt había sido una de las fundadoras del estado de la estrella solitaria y, no en vano, dan nombre a uno de sus condados), Townes pasó un tiempo importante de su juventud en Colorado. De ahí un temazo como Colorado Girl. Fenomenalmente traído por Earle. Si os gusta tanto como a mí, no habrán pasado tan en vano los tres minutos y medio siguientes.

Cosas buenas a tod@s.


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