domingo, 12 de febrero de 2012

D.E.P Whitney Houston

Otra mañana de Domingo que me levanto con una noticia desagradable en el terreno de la música, la muerte de Whitney Houston.

No soy yo mucho de esta señora. A decir verdad sólo puedo contar que haya tenido relativamente cerca uno de sus trabajos, aquel Whitney del 87 y porque un buen amigo lo tenía y lo solía pinchar cuando iba a su casa.

Sin embargo hace ya tiempo que diferencio entre mis gustos personales y la calidad. No sólo no van siempre de la mano, es que en ocasiones difieren como la noche y el día. La música no es sólo la parte técnica de la misma, ya he mencionado en más de una ocasión el peso que la parte emocional tiene sobre su valoración subjetiva, los lugares, las personas, las ciudades, los entornos a la que la vinculamos valen tanto o más en nuestros juicios particulares como lo hace la ejecución, el talento o la excelencia en la composición.

Por todo esto, y aunque no haya sido mi musa de cabecera precisamente, reconozco que se nos ha ido una voz única.
Así que esta mañana he querido escuchar de nuevo aquel Whitney del 87.

Ligando su escucha con la calidad que reconozco tiene la cantante, se me viene a la cabeza una idea: el daño que una producción acentuada puede tener sobre un intérprete y cómo condiciona la escucha del que lo oye. La producción de este trabajo está tan en sintonía con su momento que consiguió dos consecuencias naturales, la primera (donde la calidad tiene mucho que decir) la consecución de cuatro sencillos como número uno de las listas (cosa que nadie había conseguido hasta el momento). La segunda, más mundana, un envejecimiento achacoso que hace sonar a las canciones "afectadas", poco naturales. Una vez escribí que los productores son aquellas personas que hacen que lo editado hoy suene natural, lo editado hace diez años suene horrible, lo editado hace veinte suene curioso, lo editado hace treinta suene interesante y lo editado hace cuarenta suene a obra de culto. Aquí, a mi juicio, se cumple.



En este blog importan poco las características concretas de las vidas particulares de sus protagonistas si no están vinculadas directamente a la música. Si la señora Houston tuvo una vida sentimental frustrada o una relación con las drogas complicada no son asuntos que nos incumban en tanto no creo (perdón por la osadía fruto de la ignorancia) hayan sido fuente de inspiración para las letras de sus temas ni hayan fabricado su sonido.

La música puede, pero no tiene por qué, tener mensaje. Puede, pero no tiene por qué, inventar, transgredir o reclamar. La música ligera (de la que llevo tiempo queriendo colocar cosas aquí) es tan importante como cualquier otra. Tan necesaria como lo es quedarse embobado mirando a través de la ventana, dormido en el asiento del metro, enganchado a diez minutos de Gran Hermano, escribiendo una entrada en un post.

Estos fueron un par de los singles de aquel Whitney del 87. Cosas buenas a tod@s.



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