lunes, 16 de enero de 2012

Sarasate y el abuelo Modesto

La persona con más música dentro que había en la casa donde nací y me crié era mi abuelo Modesto.
El abuelo se pasaba la vida tarareando cositas, cantándolas en ocasiones, pegando la cara al televisor con sus ojos gastados cada vez que un tocaor de flamenco, una zarzuela, una copla, aparecían por pantalla.

Otro día hablaré de cosas que conocí y se me grabaron a raíz de escucharle repetirlas, hoy cuento una anécdota a la que solía recurrir cada vez que escuchaba un violín a través de la radio o la televisión, con esa cansina insistencia con la que los viejos nos repiten las mismas cosas una vez y otra, como si aún no nos la hubiesen explicado nunca.

Contaba el abuelo que, paseando por Pamplona una tarde, iban Sarasate y un amigo cuando dieron con un mendigo que tocaba un violin y pedía. Sarasate, tras contemplarle un minuto, paró a su compañero con el brazo y se acercó al mendigo. Inspeccionó el violín con la mirada y seguido le pidió al indigente si podría tocarlo. Sarasate tomó el instrumento e interpretó una pieza. La gente fue aglomerándose en torno a los dos hasta formar un corrillo. Sarasate acabó y el público rompió en aplausos. Terminaba la leyenda contando que el mendigo, al recibir de vuelta el violín, le comentó al maestro "perdone, no está nada mal, ¿y si nos pusiéramos de acuerdo para que usted toque el violín y yo pase la gorra mientras?" .

Sarasate fue un virtuoso del violín, una especia de Paganini patrio al que merece mucho la pena acercarse. Ésta que dejo es una obra cortita y preciosa, la que más le gustaba al abuelo, el "zapateado", un violín haciendo maravillas sobre un fondo de piano. De entre las cosas que me llevaría a la isla desierta.



Cosas buenas a tod@s.

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