viernes, 21 de septiembre de 2012

Transición poliédrica

Esta semana nos dejaba una de esas figuras que el lenguaje popular hispánico cataloga de "padres de la transición". Hablo de Santiago Carrillo. En paz descanse, faltaría más.
Uno, que le tiene vicio a la cosa ésta de la música, liga unas cosas con otras y le da por pensar en la música que se escuchaba por aquí en aquellos momentos. Años 73, 74, 75, 76 ... y a uno se le viene a la cabeza el trabajo de dos flamencos que agarraron su guitarra para saltar de la elevada azotea de los círculos exclusivos al firme gris de las aceras, el mismo que pasean los curritos y los borrachuzos a las seis de la mañana, somnolientos los dos.

Estos dos tipos respondían a los nombres de Manolo Sanlúcar y Paco de Lucía. De Sanlúcar el primero, de Algeciras el segundo, gaditanos los dos. Como no podía ser de otra manera. Parte de ese triángulo mágico que forman Jerez, Triana y los Puertos. La cuna del flamenco bueno. Dos sujetos que iniciaron un camino sobre nieve virgen. Dicen los que saben de esto, y me parece a mí que dicen bien, que Paco tuvo aquí un papel más relevante que Manolo, más profundo y con mayor repercusión en lo venidero. No por eso, pero sí por cercanía, hoy voy a hablar de Paco y del que es, posiblemente, su tema más reconocido: Entre dos aguas.

Por decirlo brevemente: el flamenco en parte, pero principalmente los adyacentes al mismo que escuchamos hoy día, no serían lo que son si no hubiera nacido Paco y si no se hubiera dedicado como se dedicó a la guitarra.
De casta le venía al galgo. Nacido de Lucia Gomes La Portuguesa, de ahí lo de Paco el de la Lucía, y de Antonio Sanchez, el pequeño Paco comenzó pronto a amorrarse "al palo". Su hermano Ramón guitarrista. Su hermano Pepe cantaor profesional. Paco tenía un camino trazado y lo anduvo.
Bebió de los buenos (ya tendremos tiempo de traer por aquí a Sabicas) y un buen día se convirtió en un tocaor de primer orden.

Y aquí es donde Paco comienza su andadura. Ahora hablamos de fusión con naturalidad. Eso es bueno. Yo soy un mil-leches, y creo en la pureza lo justo, lo mismo que creo en la mezcolanza lo justo. La persistencia en el tiempo y el espacio de ambas genera siempre conversión, transformación, evolución y enriquecimiento. Pero en aquellos años de caudillos encamados y príncipes con cara de susto, sacar el pie de la maceta no era tarea sencilla. Paco se atrevió. No fue el único, pero él se atrevió, y lo hizo bien.

Abrió el telón de los teatros fuera de España llevando el flamenco a oídos nuevos, adecuando los sonidos, los tonos y los ritmos, generando rampas de acceso a las cuevas donde duerme el duende agazapado. Virgilio con quien descender a los infiernos, al calorcito de la guitarra y el vino, a esa cosa que es el flamenco cuando quema y que tan complicado es de explicar al expectador acomodado en el tópico.

Y no de forma incosciente paso por el post sin mencionar a Camarón. Paco, por sí sólo, bien lo vale.

Disfrutad por favor de un tema exquisito.

Cosas buenas a tod@s.


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