jueves, 24 de mayo de 2012

Segundas vidas

Las vidas dan de si hasta que se acaban. En ellas algunos saben dar con la fórmula una vez, hacer encajar las piezas de forma que puedan llegar a plasmar de forma tangible aquello que tiene solo forma en el interior de sus cabezas. Luego hay otros, la mayoría, que persiguen ese objetivo durante años sin conseguir darle la forma deseada. Finalmente hay un grupo de escogidos que alcanzan a provocar esa conjunción dos veces, aprovechando conocimientos y edades distintas, reinventándose a si mismos. Una acción, la de reinventarse, al alcance de unos pocos, aquellos capaces de olvidarse de sí mismos, de enterrar en su cajita al super-yo, y de dar a luz un ser nuevo.

En este país tenemos algunos ejemplos. El que traigo hoy al blog, uno de mis preferidos: Santiago Auserón.


De la primera vida de Auserón no toca hablar hoy, así que la obviaré. La historia de hoy comienza en 1993, cuando gira junto a ese tipo de fina estampa que es Kiko Veneno en una cosa que llaman Kiko Veneno y Juan Perro vienen dando el cante.  Tomando el nombre del título de uno de los trabajos imprescindibles en la música popular española de todos los tiempos, Auseron se sumerge en los sonidos latinos, sensuales, en el smooth y en el swing.

Comenzó a editar con Raíces al viento, en el 96, produciendo junto a Joe Dworniak entre La Habana y Londres. Siguió en el 97 con La Huella Sonora, produciendo junto a su hermano, el gran Luis Auserón, ya de vuelta por Madrid. En el 2000 sacó Mr Hambre, producido a solas entre Madrid y Praga. Mi persecución acabó, de momento, en el trabajo del 2002, una joya llamada Cantares de Vela de la que precisamente rescato el tema de hoy. Antes de ayer, como aquel que dice, publicó un nuevo trabajo, Río Negro, pero no lo he escuchado aún más allá de lo fortuito. Poco puedo hablar de él.

Así pues, de entre estos cinco trabajos, rescato hoy un corte con un sonido espectacular. Un trabajo éste (el álbum) en el que contó con los arreglos de un mago de las teclas de este país que se llama Josep Mas "Kitflus", un músico de esos que nunca aparecen en primera fila pero sin el cual estaríamos más huérfanos de lo que estamos. Unos dedos que quiero imaginar a los mandos del órgano que abre la melodía de este increible tema y la va llevando entre percusiones y una acústica vibrante y aguda, envolviendo la voz de esta cabeza despejada de la que podemos disfrutar con las orejas.

De Juan Perro, himno que lleva por título No más lágrimas.
Ójala os guste.
Cosas buenas a tod@s.


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