domingo, 22 de abril de 2012

A que no puedes olvidar un nombre como Klaus&Kinski?

Meterse en ciertos terrenos del indie significa pisar un suelo inseguro y a menudo resbaladizo. En otros tipos de música el mayor porcentaje de interés se centra en aspectos como la ejecución, la técnica, incluso en algunos se valora lo fiel que seas a un sonido anterior. En el indie no. Parece que lo importante es que seas diferente. Cuanto más raro mejor. No hay limitación alguna, puedes recuperar la copla que tu abuela cantaba pelando habas sentada en un rincón de la cocina y meterle un sample de piano de Allen Toussaint.
Yo saco de esa libertad y esa exigencia una lectura positiva. Todos no tenemos que ser iguales, gracias a Dios (o a quien toque dar las gracias). El problema es cuando se afronta esa libertad de una forma poco natural, cuando se convierte lo que debiera ser fruto de la curiosidad en mera pose.
Cuando alguien, por su naturaleza, se ve abocado hacia algo sin remedio, destila un algo de naturalidad inherente. Una forma ineludible de hacer las cosas que le exhime de la voluntad y cubre a lo que genera con una capa de aceite de verdad, una especie de barniz de honestidad. Me pasa con el Sr Luque y su alter ego Sr Chinarro. No me ha pasado con Klaus&Kinski.


Una de las personas que saben más de música en este país se llama Diego A. Manrique. Esta semana que acaba le leí en una sesión que abría con los lectores del diario El País vía su edición digital. Una de las preguntas que le hicieron hacía referencia al indie (Como siempre aconsejo ir a los originales y encontrar la información de primera mano alli). Esto es lo que venía a decir Manrique:

Pregunta: Cada vez soporto peor el indie. ¿Es cosa mía o aquello es un club de pijos y niñatos?

Respuesta: Martini, sé a lo que te refieres. Al principio, lo aniñado parecía tierno: estoy pensando en "It's a fine day", de Jane. Luego, se convirtió en la estética dominante, como de niños que no quieren crecer. Ese infantilismo se nota en muchos aspectos de cierto indie, donde apenas hay crítica y el ambiente asemeja al de un patio de colegio. Hay algún amigo que insiste en que asistimos a la feminización del rock, al que se castra para que sea animal de compañía. Hay mucha tela que cortar....y no estoy seguro de que quiera que me corten la cabeza precisamente ahora.
Buff, casi nada el amigo. Yo no iría tan lejos como el Sr Manrique. Me quedo un par de pueblos antes. Justamente en uno que se llama "Hagamos las cosas con un poquito más de naturalidad". En el caso concreto que nos ocupa, me parece que todo viene adornado con un barroquismo saturado que cansa. No dudo de la capacidad como multi instrumentista de Alejandro Martínez (sí tengo mis reticencias respecto al lánguido y monótono cantar de Marina Gómez), pero sobre toda la producción de este trabajo sobrevuela un tufillo sospechoso de individualización de la propuesta que, al menos a mí, me acaba aburriendo. Si me permitís la simplería (que lo es) es como si al juntarse éstos hubieran comenzado a discutir cosas del estilo: "Oye, y qué nombre nos ponemos como grupo?, tiene que ser algo diferente, a ver qué se nos ocurre, algo que la gente escuche y no se le pueda olvidar" o "Y para la portada?, necesitamos un motivo impactante, juntemos cosas aparentemente inconexas".

He llevado esta semana en el coche su trabajo Tierra trágalos, que no es un nombre especialmente extraño. Lo hice porque dos de las personas de mi entorno cuya cultura musical me queda fuera de toda sospecha les escuchan. No me los recomendaron, pero sentí curiosidad por meter las narices donde el y ella lo hacían. La primera escucha fue complicada. Tentado estuve de cambiar. Pero como soy de los que opina que nada puede juzgarse en una primera escucha, les dediqué, como siempre, toda la semana. El disco fue ganando escucha tras escucha, no miento. Creo que, especialmente en lo instrumental, tiene un par de vueltas, algunos recovecos que pasan desapercibidos si se pasa demasiado rápido por ellos. Pero de nuevo encuentro el pecado comentado arriba, me parecen muy rebuscados, muy poco naturales, forzados. Pensados y preparados, diseñados. La propuesta, además, me pareció demasiado heterogénea, poco compacta como trabajo. Se me suma a la idea de que no se ha hecho de un golpe de voluntad sino sobre una mesa de cálculo, más como una obra de ingeniería que como un golpe de inspiración.

En Spotify aquí.

Y algunas canciones para llevarme la contraria. "Los niños muertos y la decadencia política" es un buen ejemplo de hasta dónde se puede forzar el ponerle título a un tema, pero me gusta como canción. "Carne de Bakunin", guiño a avezados estudiantes de políticas (¿cuánto indie sabrá quién fue Bakunin? Yo apenas recuerdo una descripción de Aute a Sabina diciéndole que "escoraba" por ahí) es un divertimento curioso. También compro.
La primera no la encuentro en You Tube ni en goear. La segunda la dejo abajo.

Cosas buenas a tod@s.


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