miércoles, 11 de abril de 2012

La edad de la inocencia

Perdemos la inocencia en el primer momento en que somos capaces de ver que la tuvimos y no hacemos ya pretensión alguna por ocultarlo. Todos pasamos por ahí y llevarlo de la mejor manera posible ayuda a sacar mayor partido de su paso y a convivir de forma más llevadera con su sombra alargada. El que aún mantiene sobre esa inocencia una actitud de enfrentamiento, de ridiculización o de sorna, posiblemente se encuentre recorriendo todavía el camino de su pérdida.

Todo, también la España musical moderna, tuvo su edad de la inocencia. La vivió allá en los años sesenta, de la mano de un grupo de jóvenes con más ilusión que escuela que soñaban con emular lo que otros explotaban fuera de nuestras fronteras, en Inglaterra fundamentalmente y, más adelante, en Estados Unidos. Jóvenes universitarios la mayoría, muchos burgueses, de vuelta de estancias en el extranjero otros. Ansiosos todos por romper con las aburridas tradiciones de sus padres y de su entorno. Ávidos por sacudirse el polvo de la música pasada por oficialidad y pandereta. Primero como un inocente movimiento underground. Más adelante como una institucionalización para acabar convirtiéndose en el nuevo mainstream del panorama nacional, encontrar sus espacios en radios y televisión, y generar una tendencia iconoclasta y rompedora.

Tocar una guitarra eléctrica en la España de los sesenta no era tarea sencilla. En primer lugar por haber dado espacio a que la simple idea apareciera. En segundo por hacerse físicamente con el instrumento. Serían muchos los nombres que habría que ir listando, y no es tampoco objeto del post el honrar a todos ellos de forma particular sino el de señalar con el dedo a los iniciadores de todo. El paso pequeño pero decidido de ellos primero, y de cada uno de los que ha venido detrás después, hacen del escenario musical patrio actual el que es.

Mirados con prejuicio y escepticismo pueden provocar la risa. Ninguno de ellos pasó por lo que tuvo que pasar Chuck Berry para haber de creerse su música como él lo hacía. Por eso aparecen tan cándidos. Como meros imitadores, sí, pero como decididos emprendedores en un terreno desierto y desagradecido. Y, como en toda época, hubo también de todo. Trozos de carbón que acabaron en diamante y oportunistas sin madera que se subieron al carro para conocer más chicas que nadie o salir por la radio en las tardes de domingo. Algunos iremos trayendo al blog. Y alguno (y alguna) que hará rascarse más de una cabeza. Si tenemos que meternos en algún charco nos meteremos. Creo que hay mucha verguenza ajena en este campo y mucho juicio a priori.

Y como todo cabe empezarlo con un primer paso, este primer paso va a ser el traer aquí al que para mí fue el mejor grupo de esta época. Me gusta tanto que lo traeré más de una vez. Incluso algún himno personal les pertenece. Una alineación mítica. Un supergrupo que formaron originalmente Fernando Arbex (batería), Juan Pardo (voz y guitarra), Antonio Morales "Junior" (voz y guitarra) y Manuel González (bajo). De vuelta de formaciones anteriores como Los Estudiantes o Los Pekenikes, estos cuatro juntaron fuerzas bajo el auspicio de Luis Sartorius, el que era, a la postre, director artístico de Philips (leo en La Fonoteca). Habían nacido Los Brincos.


Los Brincos fue posiblemente el primer combo completamente "moderno" que tuvimos. "Moderno" por la forma en que afrontaron sus temas, buscando no sólo la autocomposición, sino adjudicando la autoría de los mismos al grupo como una entidad. Trabajando un marketing profesional y avanzado: cuidando el look, la promoción en canales como radio y televisión. Entendiendo el producto de una forma profesional. Utilizando de forma decidida el castellano en sus temas. Incorporando motivos locales y generando una vertiente nueva, produciendo la metamorfosis del merseybeat en lo que será un arrebato de autodeterminación más adelante por la segunda hornada setetentera de rockeros nacionales.

Como vendrán más, contaremos más cosas de ellos en otro momento. Escuchad por favor esta entrada de guitarra y estos arreglos vocales en falsete. Empezábamos a creérnoslo, éramos capaces de hacerlo...y lo hacíamos bien.

Cosas buenas a tod@s.


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