sábado, 6 de abril de 2013

Atajos, trucos, revoluciones

Hay grupos que tienes que conocer si quieres que los gafa-pasta no te claven sus miradas de desprecio por encima del marco de las lentes. Uno de ellos es Pixies. Los Pixies, que decimos por aquí. Y, por qué? . Pues porque los Pixies llevaron la música a unas coordenadas que sirvieron de punto de partida a muchas cosas a posteriori. Algunas de esas cosas mundialmente conocidas y tarareadas por todos. Es, como digo yo, el "truco argentino" (y que no se me enfaden por favor los argentinos con esto). Me explico.

He conocido algunos argentinos en mi vida. Como no existía vinculación alguna entre ellos más allá de la nacionalidad, entiendo que el lugar común que les encontré forma parte más de la indiosincrasia de su pueblo que de rasgos de caracter personales de cada uno. Uno de esos lugares comunes es el atajo. A un argentino nunca le falta una respuesta. Y no sólo eso, es que habitualmente la respuesta es un camino en línea recta entre algo conocido pero inexplicable a primera instancia, y algo conocido y explicable (no siempre de forma racional), aunque a priori desconectado completamente del origen. De los mil ejemplos que podría poner se me viene a la cabeza Darín respondiendo a García-Siñeriz que al contrario de las rebecas hechas de lana, la pelambre de las ovejas, del animalico vaya, no encoje (sobre el bicho) cuando se moja debido al flujo sanguíneo (en este caso el segundo punto tiene una explicación racional).

Llevando el "truco argentino" a lo que nos ocupa, la pregunta debería de concretarse en algo parecido a... de donde viene la distorsión de algunas guitarras y las alternancias de sonidos fuertes y bajos en los temas de buena parte de la producción musical rock alternativa americana de los 90?. Y la respuesta, el atajo, sería: Pixies. Por qué? por gente como Kurt Cobain y sus declaraciones a la hora de contextualizar algo tan de uso público como el Smells like teen spirit, sin ir más lejos.


 En este blog ya hemos mencionado que la cosa ésta de ensuciar viene de más lejos. Sin descubrir misterio alguno deberíamos de remontarnos a Detroit y a NYC, pero no toca hoy repetir lo ya dicho. Pixies (Black Francis, Kim Deal, Joey Santiago y David Lovering) se forman en Boston en la segunda mitad de los ochenta y lo hacen para agitar un poco el cotarro a baja escala.


En el año 88 sacan su primer largo, Surfer Rosa, y éste fue, precisamente, el trabajo que me ocupó hace dos semanas.

Surfer Rosa pertenece a la cultura popular a estas alturas de la película. Al menos a un grupo reducido de cultura general, pero general al fin y al cabo. Quiero decir, poco podemos descubrir de esta galleta en la primevara de 2013.  Ví hace tiempo un documental acerca de los Pixies y lo que saqué en claro (y lo único que me ha quedado de aquel vídeo) es que Surfer Rosa fue para muchos de los músicos hoy día mundialmente conocidos, un shock perdurable e inspirador en el tiempo. Por poner un ejemplo de aquellos que no paraban de hablar maravillas del invento: Bono.

El disco tiene temas que llevo escuchando años. No puedo ya comentar Gigantic, o Where is my mind, y mucho menos aún Bone Machine, que siempre me ha parecido un tema muy stoniano desde el primer segundo en que la guitarra de Santiago se cuela en mitad de la percusión y encontramos las primeras voces. Y no puedo comentarlas porque las tengo dentro del ADN.

Una producción de un tipo indispensable en la música popular de los últimos años: Steve Albini. No es el momento de hablar de Albini, pero lo traeremos más por este blog. Hablar de Albini es, aparte de hablar de los Pixies, hablar de Urge Overkill, Pussy Galore, consecuentemente Jon Spencer Blues Explosion (ya trajimos el Acme por aquí), P J Harvey, los ya avanzados anteriormente Nirvana (con un Cobain impresionado por este trabajo y que a la postre forzó la colaboración en In Utero), The Sadies, incluso Cheap Trick. Todo acompañado por un elenco de artistas menos conocidos que tira de espaldas. Terrenos para caminar de sobra.

La línea de Albini nos lleva hasta John Loder, y lo menciono porque fue el ingeniero del Psychocandy de los The Jesus and Mary Chain, trabajo que también mencionamos en su día. Productores que dieron a sus trabajos un efecto de inmediatez, de desnudez y naturalidad que vino a significar una especie de confirmación del inicial DIY setentero pasado por la lavadora del final de siglo.

Me alargo demasiado hoy, pero es ésta una de esas bandas que dan juego. Volverán por aquí.

Os dejo con ese arranque que mencionaba. El principio de la revolución. Una guitarra de Santiago grabando un reconocible riff en nuestras molleras.

Cosas buenas a tod@s.


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