domingo, 24 de febrero de 2013

Aktitud

Lo primero que se me vino a la cabeza al rescatar el primer disco de Kortatu fue la fiesta. Sé que esto sonará fatal a todo aquel que se haya sentido identificado con la parte más reivindicativa y nacionalista del combo euskaldun, pero yo no había nacido en la Euskadi de los primeros setenta ni era muy permeable a comprender los problemas de otros por aquella época. Don Vito y la revuelta en el frenopático o Sarri, sarri constituyeron la banda sonora con la que comencé a beber kalimotxo y a comprender que en la vida se podía tener una actitud diferente de la que nuestros padres nos habían contado. Era como andar escuchando a The Association y que cayese en tus manos un disco de The Rolling Stones.
Pero además la banda sonora no era oscura, o lúgubre. No sonaba a descenso a los infiernos. Era festiva, clara, optimista, abierta, alegre. Era perfecta. Por eso la oíamos todos.

Treinta años después, su escucha rescata esa sensación primera, es cierto, pero la edad permite realizar una segunda escucha sobre los temas. Esa que ningún punk que se precie soportaría.Esa postura que ya dejan bien criticada en el tercer corte de la galleta, La Cultura. Pero la he hecho. He pecado de todo lo que uno puede pecar cuando hace esa segunda lectura sobre un trabajo así, de soberbio, de pedante, de torero de salón, de burgués reprimido... pueden escoger lo que deseen.


El caso es que la conclusión primera a la que llego es que ya no se hacen discos así. Y me duele que así sea. Ya no hay gente como Fermín Muguruza, quiero decir con la edad y la (permítanme el palabro) aktitud que Fermín, su hermano Íñigo Muguruza y Treku Armendáriz tenía cuando sacaron esto a la calle. La situación por la que atravesaba el País Vasco tras la llegada de la democracia era ciertamente caótica. Con un estado político muy atomizado, especialmente en lo que a izquierda se refiere. Con una identidad nacional entendida de forma muy diferente por distintas capas de la sociedad. Con una crisis económica unida a un incremento de la demografía que no ayudaba a estabilizar la vida de las personas. Pero, miremos bien de lo que hablamos, ¿no podríamos acaso encontrar algunas de estas características en la España actual?. Sin embargo no me he cruzado aún con ningún grupo protesta al nivel de estos Kortatu, o de unos Cicatriz, por no hablar de unas Vulpess. Ni siquiera algo parecido a unos primeros Barricada. No he oído que haya una nueva oleada punk, un neo-punk en castellano salido de las comunidades con mayor tasa de paro y corrupción. Por eso digo que no queda ya gente como Fermín y los suyos. Hay más gente que es como yo.

Pero tuvimos a Kortatu. Y Kortatu personifica una forma de entender la vida como músico. Lejos de las majors, de los grandes festivales, de los concursos de televisión. Los Kortatu, como decenas de grupos hermanos, midieron el asfalto de Euskadi y aledaños hasta conocerse cada centímetro de carretera. En actuaciones reducidas, dándose a conocer gracias al boca a boca de sus seguidores. Moviéndose con convicción política, sin duda, pero también con amor a la música. Las canciones de este Kortatu, su primer LP, son trallazos que, para mi sorpresa, han aguantado increiblemente bien el paso del tiempo. El disco me sigue sonando fresco. Algunos temas podrían haberse grabado el mes pasado. Se queda uno con las ganas de escuchar en sus letras referencias a sombríos personajes que nos trufan la actualidad en los diarios a día de hoy.
En ese aspecto los Kortatu se aproximaban a la filosofía de unos Clash como portavoces de la crítica socio-política. Se decía de Strummer, Jones y los suyos que si te leías los titulares de la prensa, ya sabías de qué iban a ir las letras de las canciones de su siguiente trabajo.

Kortatu, el disco, fue el primer larga duración de los vascos, justo después de un trabajo ya mítico conocido como el disco de los cuatro, una edición del mismo año (1985) en que el mismo sello (Soñua) agrupaba temas de éstos junto a Cicatriz, Jotakie y Kontuz Hi!. Y creo que no erramos mucho el tiro si le etiquetamos de disco de referencia del rock nacional. En él se han mirado muchos grupos después. Copiando líneas de bajo de algunos de sus temas, imitando la actitud y el desenfado (que no la falta de atención ni compromiso) en la ejecución. Es un disco que hay que escuchar, pero sobretodo es un disco que hay que vivir. Acercarse a alguna fiesta de un pueblo del norte, lograr que el cuñado de una vecina le meta a uno en su peña, cargarse de razones espirituosas para aguantar el vendaval, y acercarse, pasada la medianoche, al concierto que dan unos chavales en la plaza del ayuntamiento. A poco de suerte que se tenga, alguna versión caerá. Será lo más cerca que, a día de hoy, se pueda estar de aquello.

Se me agolpan las ideas en la cabeza y no quisiera dispersarme. Se me vienen ganas de hablar de la escena del llamado Rock Radical Vasco, o del papel y la evolución del mismo Fermín a través de diversas formaciones posteriores, pero dejaré esos particulares para futuros posts.
Unas palabras antes de marchar para dar paso al Sarri, sarri: un ska trepidante acerca de dos presos etarras que se escapan de una prisión. Una versión acelerada del Chatty, chatty de Toot and the Maytals. Escúchenla de fiesta. Suena mejor.

Cosas buenas a tod@s.






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