jueves, 5 de septiembre de 2013

Tuxedo

Uno. Si has pasado en los USA el tiempo suficiente y te han invitado a alguna fiesta de postín, ya sabrás que un tuxedo no es otra cosa que un smoking (esmoquin, que dice la rae).
Dos. El caso es que viniendo de acá para allí, esta mañana tuve un ratito y lo dediqué a abrir el Spoty y seguir sus creativas, sorprendentes y a menudo irracionales sugerencias. Y como hacía poco había estado escuchando a Art Blakey & The Jazz Messenger, ha tenido a bien la inteligencia artificial del artefacto el proponerme la escucha de un tipo llamado Milt Jackson, aka, Bags.
Tres. Nadie descubrirá a estas alturas que la música, como la comida, entra también por los ojos. "Se escucha por los ojos" igual que se come con ellos. Yo vengo de un tiempo donde la radio y el equipo de música del salón expedían los billetes hacia la cosa esta de la música casi de forma exclusiva. Para cuando internet había entrado en mi casa, bares varios y conciertos gratuitos de fiestas locales  habían elaborado la tercera autopista de acceso. Posiblemente no llegaré a quejarme de que un tema no tiene videoclip (aún siendo de su generación), pero, para bien, tengo dos ojos y suelo mirar con ellos lo que me gusta y lo que me dejan.


Bags, el prota de hoy, tocó gran parte de su vida en un grupo de jazz llamado Modern Jazz Quartet, un proyecto paralelo salido de la órbita del maestro bop Dizzy Gillespie, que se convirtió en un influyente combo de la era post Segunda Guerra Mundial. Un grupo que transmitió alma y elegancia a una mezcla de estilos de jazz que deja en estado de nirvana a quien se para y escarba un poquito bajo la superficie.
Y los MJQ, una década antes de que Epstein obligara a los cuatro de Liverpool a vestir elegantemente y seguir un patrón exquisito, llevaban en sus actuaciones (ya lo llevaban haciendo las grandes bandas del swim décadas) sus cuatro tuxedos afilados y ceñidos como guantes. Acompañamiento sólido al sonido que emanaban. La parte de los MJQ que se escuchaba con los ojos.

Una nota final. Acostumbrados a la trompeta, el saxo, el piano, o la guitarra del jazz, Jackson nos permite abrir las orejas a un instrumento especial. De esos que a veces da la impresión de estar en la barrera de lo kitsch y lo serio: el vibráfono, similar al xilófono. Sonidos inusuales para madrugones cotidianos. Se escucha tan claro en esta feelings  que toda explicación queda en redundancia.

Y ahora me pongo mi tuxedo, que tengo que salir a trabajar.

Cosas buenas a tod@s.



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