domingo, 28 de octubre de 2012

Aplicaciones botánicas

Me pasa cuando escucho a  Machín. Me invade una sensación de comodidad extraña, de orden y de inocencia en lo que me rodea. Como mensajes del pasado exterior que llegan en botellas de vidrios verdes y que describen parejas maduras paseando por aceras de mediodía, escenas costumbristas de talleres de coches con seiscientos en la puerta con el motor a la vista, de tiendas de ultramarinos con el dependiente subido a un taburete ajustándose el lápiz detrás de la oreja, de directores de oficina bancaria palmeando la espalda de un señor con una libreta de ahorro en la mano, de correcto traje los dos, ambos con recortado bigote, sonrisa entreabierta.


Antonio Machín sonaba en casa porque así lo querían los programadores musicales de la radio. Conocí Dos Gardenias antes de saber siquiera que era una gardenia, pero ni falta que hacía la botánica para dejarse enganchar por la melodía.
Años más tarde, en un ejercicio que a Joaquín Sabina se le ocurrió en su Rap del Optimista volví a encontrarme de bruces con el título, en este caso alistado en una sucesión de temas que le hubiera gustado componer al jienense.

Machín nació en Cuba pero después de un cierto periplo acabó instalado en la España de posguerra. Trayendo parte de su familia a Sevilla y siendo a la postre reconocido, con estatua incluída, por la propia ciudad como sevillano de adopción. Tenía una voz con una personalidad indiscutible.
Me gusta saber que su origen no distó tanto del de algunos bluesmen del delta en cuanto a una relación ética compleja con la música. Como a tantos de ellos les ocurrió, también Machín tuvo una influencia paterna negativa hacia lo que consideraba un camino de perdición. La música como excusa de gentes dadas a la nocturnidad y los vicios. Y entonces apareció la iglesia como marco indiscutible donde desarrollarse. Como en las congraciones baptistas de los de Mississippi, el niño Antonio cantaba a la parroquia en la Cuba pre-revolucionaria. La historia da un paso más hacia la profesionalización cuando entra en una primera orquesta en Cuba y definitivamente cuando marcha para comenzar a grabar y girar de forma decidida.

El repertorio de Machín va ligado a dos nombres por encima del resto, la compositora mexicana Consuelo Velázquez y el compositor cubano Oswaldo Farrés. Tendremos ocasión de hablar de ambos más adelante. No hoy. El tema de hoy, posiblemente uno de los tres más reconocidos del artista, lo compuso una cubana llamada Isolina Carrillo, músico reconocido en la isla y autora de temas que allí se hubieran hecho con los puestos más elevados del Billboard 200 de haber existido éste. Con todo Dos Gardenias es, con mucho, su canción más universal y extendida.

De cuando los artistas se presentaban con una orquesta detrás, bolero que lleva por título: Dos Gardenias.



Cosas buenas a tod@s.



sábado, 27 de octubre de 2012

Taquicardias del averno

Decididamente hay algo entre el trash metal y yo que nos impide coincidir en el espacio y en el tiempo. Y encuentro una primera razón (luego hablaré de la otra). Aquello que passa de 200 BPM me resulta innecesariamente acelerado. Artificioso. Me pasa con buena parte del jungle, me pasa con buena parte del trash.
Sí que creo que es importante, no obstante, juzgar el trabajo donde debería de ser juzgado. Hay música que no está compuesta para irla escuchando en mitad del atasco de las ocho de la mañana. Se trabaja y se diseña para un ambiente diferente, una interpretración en directo por ejemplo, un grupo de personas entregadas a su eco.

El trabajo que me ocupó esta semana es uno de esos discos paradigma de un "estilo". Se titula Reign in blood y pertenece a la banda de metal Slayer.


 Lo primero que me llamó la atención fue la calidad de la grabación. Ya me pasó con aquel Kill em All de Metallica. En aquel caso la sorpresa fue aún mayor por ser el primer trabajo de la banda y por estar producido por un sujeto desconocido para mí como fue Paul Curcio. Del mismo año, 1983, es este Reign in Blood, pero rompiendo esas dos premisas. Primero por tratarse en este caso del tercer trabajo del combo, y en segundo lugar porque hablamos de una producción de ese gurú de las últimas décadas que es Rick Rubin. No es este un post para tratar de él, pero resumamos al absurdo en que ni para la misma banda estaba clara la producción del de Long Island. Venía de un ambiente hip-hop y su mismo sello Def Jam Recordings tenía de cercanía al metal lo que el Cantajuegos.

Sin embargo acercamientos e interacciones por ambas partes dieron lugar al encuentro y por ende a este producto, insisto, técnicamente espléndido.

Por otro lado hay un aspecto de una parte importante del trash con el que me cuesta sentirme identificado. Hablo de todo el lado Cuarto Milenio en cuanto a presencias demoníacas, avernos en llamas donde nos veremos condenados a una vida eterna, almas sufridoras víctimas de ángeles de la muerte proféticos y demás fauna. Impresionante cuando uno tiene doce años (físicos o mentales) pero, siento decirlo por si alguien se siente ofendido pero tengo que ser honesto conmigo mismo,  un poco artificioso cuando uno va cogiendo edad. Comienzos como el de Angel of Death con su

Auschwitz, el significado de "dolor"
la forma en que quiero que mueras,
muerte lenta, caída inmensa,
duchas que te limpian de la vida
o más estilo juego de rol cuando en Altar of Sacrifice dice:

Esperando la hora destinado a morir
aquí, en la mesa del Infierno
Una figura de blanco desconocida para el hombre
acercándose al altar de la muerte
Digamos que en lo lírico no puedo sentirme muy reflejado.

Sin embargo musicalmente es otro asunto. Temas cortos, directos, con una batería llamado Dave Lombardo dejándose las baquetas en el asunto, con dos guitarras, Jeff Hanneman y Kerry King, entrelazando riffs lejos, en la mayoría de casos, de líneas melódicas desarrolladas. Todo el trabajo es una bomba estallando. Una forma de rotura (y aquí es donde más me interesa el desarrollo) con el rock angelino de finales de los setenta. Una manera de dejar atrás definitivamente la psicodelia. Tomando lo justo del punk más hardcore y dando a luz un sonido con personalidad suficiente como para mantenerse en el tiempo.

Una muestra de todo esto, el tema con que se cierra el disco. Más extenso que los demás y más melódico que los demás. Con un inicio inquietante y un final de lluvia. Raining blood.

Cosas buenas a tod@s.




jueves, 25 de octubre de 2012

"Vivir para siempre" y un poeta galés

Fue ayer mismo, durante la comida, que una compañera me trajo a la memoria la melodía que a su vez traigo yo al blog. Un tema merecedor del Óscar a la mejor canción original de 1980 homónimo de la película de la que se hacía valedor: Fame.

Fame es un tema que demuestra que si dos tipos con talento se matan trabajando las suficientes horas, es muy complicado que salga como producto de ello alguna cosa mediocre o directamente apestosa. Me refiero a Michael Gore, que se encargó de la melodía, y a Dean Pitchford, que fue el responsable de la letra.
Éste último, sin ir más lejos, tenía la pequeña base para escribir letras de canciones de ser grado en Literatura Inglesa por Yale. Que digo yo que en Yale, para sacarse eso, hará falta algo más que estar en la cafetería jugando al mus.
El caso es que a ambos les cayó el regalo de generar un corte capaz de condensar el espíritu que pretendía transmitir la historia. Comenzó Gore con algunas líneas, una melodía para los coros, y fue trabajando con Pitchford para encontrar las palabras adecuadas que pudieran transmitir la esencia.

Cuenta Pitchford que la versión definitiva de la canción costó un mes entero con sus cuatro semanas donde trabajaban seis y siete días seguidos a una media de seis horas diarias. Cada palabra, cada nota se repetía, se compartía con terceros, se variaba y se exprimía para tratar de dar con el punto perfecto, para sentir que la idea que ambos compartían y que querían transmitir les llenase por igual en la interpretación.
Sólo una vez, en un único verso, las cosas fluyeron automáticamente para encajar a la primera. Dice la letra: "Fame, I'm gonna live forever" (Fama, voy a vivir para siempre). Pitchford recuerda que la rescató de su memoria de su época de estudio en Yale, rememorando el trabajo del poeta galés Dylan Thomas (del que otro famoso bardo tomaría prestado el nombre para incorporarlo al suyo). Hablaba el poeta desde su vida bohemia y gastada que el mayor regalo que un poeta obtiene es el de que a pesar de tener muy probablemente una vida corta (por los vicios a los que se entrega), viviría sin embargo para siempre en las letras de sus poemas.
En cuanto Gore le escuchó cantándolo le paró y le conminó a ponerlo por escrito inmediatamente, había dado con la frase de la canción. Cuenta Pitchford, sabedor de que la frase no era fruto de ninguna casualidad, que podía estar tranquilo, esa frase no se le podría olvidar jamás.

El tema lo interpreta maravillosamente Irene Cara para la versión original (la de la película de Alan Parker del 80), y Erica Gimpel para la versión que encabezó la serie de televisión del 82. Ignoro si se tenía a la Cara ya en mente cuando se escribió, pero tampoco me ha apetecido bucear hasta ese punto.

No puedo hablar objetivamente de esta canción. Crecí con ella. Como tantas otras melodías televisivas del momento se introdujo en mi cotidianeidad, de forma que no puedo distinguir ya lo que es un juicio cualitativo de lo que es mero ADN. En todo caso me gusta, me parece que el objetivo que tenían estos dos quedó saldado a la perfección y que el tema transpira la energía y la ilusión de los jóvenes aspirantes a artista en las calles de Nueva York. Un himno, esta vez mas impuesto que escogido, pero himno en cualquier caso.

Cosas buenas a tod@s.


martes, 23 de octubre de 2012

Voy a esperar hasta la medianoche

Voy a esperar hasta la medianoche
Es entonces cuando mi amor vuelve dando tumbos.
Voy a esperar hasta la medianoche
Cuando no hay nadie más alrededor.
Te voy a coger y voy a abrazarte
Y hacer todas las cosas que te dije
A medianoche.
Sí, lo soy
Oh sí, lo soy.
Una cosa más quiero dejar clara, 

Voy a esperar hasta que salgan las estrellas
y verlas brillando en tus ojos.
Voy a esperar hasta la medianoche
Es entonces cuando mi amor comienza a brillar.
Eres la única chica que conozco
Realmente te quiero tanto
En la hora de la medianoche
Oh, sí
En la hora de la medianoche
Sí, está bien

Voy a esperar hasta la medianoche
Es entonces cuando mi amor vuelve dando tumbos.
Voy a esperar hasta la medianoche

Es entonces cuando mi amor comienza a brillar
Sólo tú y yo
Oh chica eh!
Sólo tú y yo
Sin nadie alrededor
Sólo tú y yo
Bien
Sabes que?
Voy a apretarte entre mis brazos
Sólo tú y yo
Oh, sí
En la hora de la medianoche
Oh chica, en la hora de la medianoche
....



Hubo una época, justo antes de la Invasión Británica de mediados de los 60, en que un grupo de músicos de color se pusieron en marcha para conseguir un sonido, una forma de interpretación, un espectáculo, que marcaría una huella definitiva en la historia de la música popular.
Fue la época de Motown, de Stax, de Atlantic, y de decenas y decenas de nombres de músicos, vocalistas, compositores, y empresarios que hicieron emerger de fuentes como el gospel una ola cuya resaca se siente aún hoy día.

In the midnight hour es un temazo de un señor llamado Wilson Pickett. Publicado en el 65 en Stax, y escrito junto a uno de los guitarristas de sesión de aquel imprescindible combo de la Stax llamado Booker T and the MGs. Hablo de Steve Cropper (del que ya hablé con anterioridad aquí). De hecho, Booker T y los suyos fueron la banda de acompañamiento en la versión original. Como no podía ser de otro modo en un éxito de Stax de aquella época, la producción corrió a cargo de Jerry Wexler.

Un tema que ha sido versionado por multitud de artistas desde entonces. Soul de alta temperatura, sexual, con esos puntos descarnados que tanto me gustan de la música negra, lejos de las letras políticamente correctas del rock'n'roll caucásico. Dice la letra:
Voy a esperar hasta la medianoche
Es entonces cuando mi amor vuelve dando tumbos.
Voy a esperar hasta la medianoche
Cuando no hay nadie más alrededor.
Te voy a coger y voy a abrazarte
Y hacer todas las cosas que te dije 
Es a la medianoche cuando ella vuelve borracha. Cuando él la espera en casa. Cuando no hay nadie más alrededor, y entonces es cuando le hará todas las cosas que le contó. Y la letra me huele a despecho, a celos, a cobardía y a rencor, a frustración y amor envenenado. Y hay que entender esto para comprender por qué se canta la letra así. Por qué los soul-men de los 60 de desgañitaban sobre el escenario. No están contando lo felices que son amando, está dejando escapar la cara oculta de su pasión. Acercándose aquí el blues-man (aunque éste es más machista que el soul-man a mi parecer) o al cantaor flamenco (que se queja y se lamenta pero normalmente no publica su reacción más íntima).

Aunque iremos trayendo más, sirva esta cucharada de soul para ir aliviando los síntomas de su mayoritaria ausencia.

Cosas buenas a tod@s.


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I'm gonna wait til the midnight hour
That's when my love comes tumbling down.
I'm gonna wait til the midnight hour
When there's no one else around.
I'm gonna take you, girl and hold you
And do all the things I told you
In the midnight hour.
Yes I am
Oh yes I am.
One more thing i just wanna set right

I'm gonna wait til stars come out
And see that twinkle in your eyes.
I'm gonna wait til the midnight hour
That's when my love begins to shine.
You'll be the only girl I know
That really love me so
In the midnight hour
Oh yeah
In the midnight hour
Yeah, alright

I'm gonna wait til the midnight hour
That's when my love comes tumbling down.
I'm gonna wait where the midnight hour
That's when my love begins to shine
Just you and i
Oh baby huh!
Just you and i
Nobody around baby
Just you and i
Alright
You know what
Im gonna hold you in my arms
Just you and i
Oh yeah
In the midnight hour
Oh baby, in the midnight hour

And do all the things I told you
In the midnight hour.
Yes
I am
Oh yes
I am.

I'm gonna wait til stars come out
And see that twinkle in your eyes.
I'm gonna wait til the midnight hour

That's when my love begins to shine.
You'll be the only girl I love
And really love you so
In the midnight hour

Oh yeah
In the midnight hour.
I'm gonna wait til the midnight hour

I'm gonna wait til the midnight hour

I'm gonna wait til the midnight hour ...

lunes, 22 de octubre de 2012

Recomendado por las letras

Me vinieron hace ya unos años a recomendarme a este tipo y me dijeron: "te tiene que gustar, con lo que tienes por las letras, así, en castellano, seguro que te encanta". Y me dejaron un CD quemado sobre la mesa de la oficina que contenía un grupo mezclado de canciones. Sobre su superficie, escrito con un rotulador de esos indeleble (sniff, Peter Sellers): Sr. Chinarro.

Así que, qué podía hacer? pues escucharlo, obviamente. Y me gustó. No apuntaba mal mi amiga. Luego le fui haciendo un pequeño hueco en el poco tiempo que la vida me deja para la cosa esta de la música. Y conocí algún trabajo suyo más. Poco, siempre es poco. Me quedan más por conocer de los que conozco, pero al menos tengo detalles de sus dos grandes etapas, aquella primera y mágica con Acuarela y la segunda (y contemporánea) con Mushroom Pillow.

Se llama Antonio Luque, y es uno de los puntales de la música independiente española. Ya nadie duda de que es un clásico en vida, una institución con su propuesta desnuda, honesta y magnética (por atrayente).
Sevillano de esos que me intrigan, como me intrigan los Maga, como me intriga esa bala que tengo en la recámara que es Julio de la Rosa. La cara oculta (no tanto) de Sevilla, que se reivindica como gran urbe con este tipo de presencias poliédricas, necesitadas en ocasiones de exégetas en territorio propio, que en ajeno ya son entendidos.

Más tarde, cuando pude identificar los temas, supe que tenía en mis manos una recopilación formada básicamente por cortes de dos de sus trabajos finales en Acuarela: Cobre cuanto antes (2002) y El ventrílocuo de sí mismo (2003). Para entonces el sonido Chinarro ya estaba mezclado con parte de mi materia gris y no necesitaba de biografías ni nuevas escuchas para identificarlo. Como los grupos de antes. Qué secreto placer encontrarme a estas alturas con este tipo de plantas de hoja perenne aún creciendo y no simplemente fotografiadas en sepia con cara de susto y fingida soberbia.

Hoy me apetecía uno de esos temas. Me crucé con algo y me lo trajo a la cabeza. Para disfrutar una vez más del realismo mágico de unas historias fractales que saltan de imagen en imagen hasta desorientarte, ensimismándose en la rima sin pretender seguir un hilo conductor determinado. Un tema como otro cualquiera, La piña conseguida. Exquisito.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 21 de octubre de 2012

Tiene la música que ser agradable?

La pregunta no me parece baladí. Tengo mi propia respuesta, pero es una respuesta subjetiva, personal y me temo que intransferible. Cada uno tiene su propia respuesta y seguramente todas son correctas. Pero mi respuesta es bastante concisa al respecto: no. La música como arte en particular, pero es extrapolable al arte en general. Limitarlo a la presentación de algo que nos resulte agradable creo que es limitar su potencial y reducir su sentido a un plano bidimensional a la postre aburrido y estático. La música (volviendo a lo que nos ocupa) puede cumplir una misión de entretenimiento, qué duda cabe, pero puede hacernos pensar también, puede sorprendernos, incluso generar sensaciones de rechazo. No es un problema que un tema no nos guste, en ocasiones puede ocurrir que incluso sea ese el objetivo de quien lo compuso.

Toda la perorata anterior viene ligada a la música que me ha acompañado esta semana. Un grupo escocés que se formó a principios de los 80 y que respondía al nombre de The Jesus and Mary Chain. De ellos he estado escuchando el que fue su primer trabajo, una galleta del 83 titulada Psychocandy.


No me he dedicado a hacer una encuesta entre los míos, pero creo que ganarían los que respondiesen que un tema como In A Hole no hay dios que lo aguante. Ligando con lo que dije antes, no creo que ninguno de los hermanos Reid (Jim Reid y William Reid), formadores y alma del grupo, pretendieran hacer de In A Hole la canción del verano, ni tan siquiera un tema para tararear. No era su objetivo generar una melodía inmediata, sino llevar sus guitarras un paso más allá.

Esto no quita que en este trabajo podemos encontrar otras cosas. De hecho al final del post dejaré dos ejemplos, el de un tema cargado de distorsión y retroalimentación, y el de otro tema más melódico e inmediato, donde los Reid se meten en unos sonidos al filo de la ruptura que me han traido a la memoria temas de Dinasour Jr por ejemplo (lo cual es en si mismo una contradicción cronológica, pero es que aquí el menda llegó primero a los estadounidenses que a los británicos que tratamos hoy).

Pero volvamos a la distorsión y a la retroalimentación de las guitarras. Me parece lo más inquietante de este trabajo. Leía en algún sitio que los propios Reid habían comentado en alguna ocasión que su sonido primigenio no estaba tan saturado. Venían de un entorno donde los Sex Pistols ya habían dejado su impronta. El boom del 77 se había generalizado y el Do it Yourself y la ola expansiva de esa semilla ideológica del movimiento punk que fue Malcom McLaren había barrido la juventud entera de medio mundo occidental. Por tanto el primer sonido de los Chain estaba inmerso en una amalgama que los acercaba más de lo deseado a, por ejemplo, Ramones. Fue entonces cuando decidieron dar un paso adelante. Paso que se materializó en la introducción de ruido, de distorsión y de retroalimentación. Éste último es un efecto que se consigue enfrentando la guitarra contra el amplificador. Se produce un chirrido característico que enmudece la guitarra y eleva el volumen. Nunca había oído tanta retroalimentación en un disco como lo he hecho en éste. El resultado fue una diferenciación de lo anterior. Una textura nueva que, como todo en la vida, tuvo sus amantes y sus detractores, pero que marcó. Y tanto que marcó. Les convirtió en cabecera y totem de un movimiento musical que vino luego en etiquetarse como shoegaze. Literalmente mirando a los zapatos, y que identifica un grupo de conjuntos caracterizados por sonidos ásperos e interpretaciones estáticas, en ocasiones de espaldas al público (como hacían los Reid), con la mirada clavada en los pies. Otro dia, si eso, hablamos más del shoegaze.

Pero no quería acabar el post de hoy sin mencionar a un personaje que no deja de tener su importancia en toda esta historia.
Resulta que hay un tipo que se llama Bobby Gillespie (escocés él también y del que hablaremos en un futuro) que les escucha. Le convencen, y se lo comenta a un colega suyo. Músico también, metido en temas de producción, y al que le ronda la idea de dar un paso alante y comenzar a ayudar a salir a flote a grupos cercanos a un sonido que le atrae pero al que la industria no ha dado aún cabida. Este tipo es Alan McGee, y su hijo en forma de sello discográfico: Creation. Creation es un sello del que uno tiene, por lo menos, que haber oído hablar. Echa a andar precisamente con este trabajo de los Reis que me sirve hoy de escusa para soltar el rollo, pero seguirá hasta dar voz y presencia a artistas tan conocidos como My Bloody Valentine, Primal Scream,  o los ya comentados en este blog Oasis y Teenage Fanclub, pero también a otros no tan renombrados pero igualmente interesantes. Estoy pensando en unos Super Furry Animals o The Boo Radleys.
Con Creation McGee (no sólo, pero valga la reducción para no entrar en detalles) abre una ventana sónica y avanza una casilla, sólo una, pero una valiosa casilla, en la evolución de la música. Y sí, eran los años 80. Es decir, que pasó en estos años algo más que sintetizadores facilones y pelos cardados de chicas en leggings pegando saltitos.

Dos muestras de los The Jesus and Mary Chain, como decía un primer In A Hole cargado de distorsión y retroalimentación, y después un inquietante (o a mi me lo parece) Just Like Honey, con ese mantra de "soy un juguete de plástico" taladrando la conciencia.

Cosas buenas a tod@s.



viernes, 19 de octubre de 2012

HDMNSDSE: Musselman

Esta sección está dedicada, ya sabéis, a los flechazos. A esas canciones que te encuentras de sopetón y te hacen abrir las orejas y girar la cabeza. Especialmente cuando las voces te resultan desconocidas y los sonidos novedosos.
Estaba hace unos minutos corriendo cuando a mi mp3 han venido unos chavales de Alcalá de Henares que responden al nombre de Musselman.

Ahora dudo de si he leído algo de ellos en algún sitio. Podría recurrir a la colección del Ruta, o los artículos que voy guardando de revistas digitales, pero no. No lo haré. Si no los tengo presentes por algo será. Lo que me los ha traído ahora ha sido el postcast de caraB y con eso me quedo.


He escuchado varias canciones y cada una me ha traido un sabor diferente. Retazos de unos Doors lisérgicos. Gotas de músicas del mundo al estilo Ferry pero bajadas de revoluciones. Trazas del teclado de Maeso y sus Drivers. Reflejos de folk de las midlands.

Anotados quedan. Un disco más que ir buscando (y el cual acepto como regalo, por si alguna ánima caritativa anda leyendo...)

En Spotify aquí.

Y una muestra al pie de las líneas.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 14 de octubre de 2012

Dylan, Johnston y un vuelta inesperada

Todavía no he llegado a ese punto del que otros hablan en que la escucha de un disco de Bob Dylan supone una amarga decepción. Puede ser, no lo niego, porque me queda aún mucho por descubrir del de Duluth, pero sonrío contento de seguir alucinando a través de los sonidos y las letras del que posiblemente sea el cantautor más importante que la música popular jamás ha dado.

Esta semana me paré con atención a escuchar el que fue su octavo disco de estudio: John Wesley Harding. Un trabajo del que conocía (conscientemente) dos temas All along the watchtower y I'll be your babe tonight. Y me he encontrado con un puñado de cortes espectaculares, lejos de cualquier decepción, incluso entrando en la comparación con esa trilogía de cabecera que para mi suponen The freewheeling..., Highway 61 y Blonde on blonde.

Es un trabajo del que se podría escribir largo y tendido si por la labor de apuntar con la linterna a los detalles estamos. Trabajo que produce Bob Johnston, un tejano que ha sido culpable de sonidos de tipos de la talla de Johnny Cash o Leonard Cohen, es decir, por currículum no será. Un tipo que fue el artífice del sonido álbum de la electrificación de Dylan al producir aquel Highway 61 revisited mencionado arriba (donde, casualidad, produjo todo menos el Like a rolling stone). Que siguió en esa linea en el genial Blonde on blonde, y que, cuando menos se podía esperar, acompañó también al autor en una vuelta al sonido acústico que se presenta en este JWH.

Hay quien dice que JWH no significa una vuelta al sonido primigenio de Dylan, que es un salto a otro nivel acústico, más cercano al country y menos en la línea de cantautor protesta del comienzo. Yo no llego a distinguir el matiz hasta ese nivel. En cualquier caso me parece un sonido maravillosamente primitivo, con una presencia brutal de la armónica. Impactante en todos los temas excepto en los dos últimos, más dinámicos, con la presencia de la pedal steel guitar de Pete Drake (Down along the cove y la mítica I'll be your babe tonight). 

Y, si de letras se trata, amigo, éste es tu disco. Contaba la madre de Dylan que se encontraba éste durante esta época, inmerso en lecturas religiosas. Habla de su casa repleta de libros de suelo a techo, apilados por cualquier parte, y de la presencia imponente de un atril con una Biblia abierta en medio del caos, libro al que se acercaba de tanto en tanto para quedarse con una cita, para leer una expresión y extraer algún comentario. No he leído lo suficiente de la "etapa religiosa" de Dylan aunque sí sé de su existencia. JWH sería un disco perteneciente de pleno a esa circunstancia.
Temas como The ballad of Frankie Lee and Judas Priest son para escribir un tratado de ocultismo, cábala y asociaciones secretas. Si no os habéis parado a leer su letra lo recomiendo. El Dylan más enigmático y hermético se encuentra aquí. Una parábola de la que cada uno puede sacar sus propias conclusiones (incluso a pesar de que el propio cantautor nos deje su moraleja en el último párrafo: "Uno no debe de estar donde no pertenece").
Se habló y se ha escrito mucho acerca del aspecto inciciático de este trabajo, incluso interpretando las iniciales del nombre del título como una forma de encubrir el nombre de JAWEH (el Dios judío). Incidiendo en el purgatorio que significan los diez primeros temas con sus básicas melodías para acabar en la resurrección de esos dos últimos temas con la pedal steel guitar de por medio. A mi parecer más "ganas de..." que otra cosa.

Leyendas hay también que rodean este trabajo (como suele pasar con Dylan). La más conocida de ellas la supuesta presencia de las caras de los Beatles en la corteza del árbol que aperece en la fotografía de la portada del disco. Dicen, de hecho, que sólo en la carpeta del vinilo son perceptibles. Váyase usted a saber. No lo tengo en vinilo, pero me temo que es más parte de la leyenda que de la realidad.

Con todo un álbum grande. Para escuchar tranquilamente y para leerse sus letras. Con temas extrañamente cortos y concretos para lo que es Dylan. Eché en falta esas letanías y esos mantras a los que me tiene tan habituado. Pero no porque lo que me encontrase en su lugar restase un ápice de calidad al producto. Antes de ayer, sin ir más lejos, me tiré todo el día tarareando I'll be your baby tonight. Que se lo pregunten a mi mujer... y a la mitad del público que visitó el CosmoCaixa. Pero, quién se resiste a esta melodía?



Cosas buenas a tod@s.


sábado, 13 de octubre de 2012

En el último trago. D.E.P. Chavela Vargas

Llego tarde, pero llego. Llegó pronto, pero llegó. Me da igual que tuviera más de 90 años, debería de haber cumplido 190 y, sólo entonces, haber alcanzado la adolescencia.
Hay personas que no debes de escuchar cantar si quieres mantener a tus artistas preferidos en los escalones de calidad donde los tienes. Yo no hice caso y la escuché. Y me pasó que muchos de los temas que consideraba maravillosos no aguantaban escucharse después de una canción de la Vargas. Es como si la catedrática hubiera dado ejemplo y los chavales construyeran sus deberes por la noche.

Nos ha dejado Chavela Vargas. Por suerte no se ha llevado sus canciones, gracias al cielo o a quien toque darle las gracias. Ella, que decía que ójala se muriese en domingo para así tener que hacer el entierro en martes o miércoles, de esa forma no le fastidiaría el fin de semana a nadie. Ella, que se bebió todo el tequila de todos los bares, que amó sin temores, con amores sexuales y con otros amores que no todos alcanzamos a sentir porque no hemos tenido la necesidad de sentirlos como la sintió ella, entregada en alma en cada interpretación.


Soy de los que se enganchó con la promoción noventera de Pedro Almodóvar y Joaquín Sabina. Y ya nunca más pude desengancharme. Significa una atracción fatal maravillosa. Si la pincho sé que no tengo escapatoria, no sonará nadie diferente ya detrás. Cuando las luces bajan y te quedas solo con el equipo y el último tiro de malta. Cuando dan las dos, las tres de la madrugada. Es entonces el mejor momento. Si es posible fumando. Y dejando que te coja de la mano y te pasee por pensiones inmundas y barras retorcidas de tabernas. Entre corazones destrozados y amarguras empapadas.

Y hablar de Chavela y no mencionar siquiera a José Alfredo Jiménez sería un olvido imperdonable. El gran Jose Alfredo de las rancheras, de los corridos. Él sí, mexicano de cuna (Chavela nació en Costa Rica aunque estuviese nacionalizada y se sintiese profundamente mexicana). Autor importantísimo. Básico. Que estableció con Chavela un vínculo especial. Que generó la materia prima con la que la Vargas daba forma al sentimiento.

Un dúo inigualable con el que andar caminos diferentes de la cosa esta de la música. No se lo pierdan por nada del mundo.

Os dejo En el último trago. Como dice su letra, en el último trago nos vamos... descanse en paz.

Cosas buenas a tod@s.

viernes, 12 de octubre de 2012

De conductores y de indies

En lo que a música nacional se refiere me acostumbré hace tiempo a un escenario heterogéneo. La explosión de sonidos que invadieron desde finales de los 70 el oído patrio generó una onda expansiva que igual atravesaba los latigazos novedosos del punk londinense que se metía en la piel gaucha de supuestos cantantes porteños.

Soy de los que piensa que etiquetas como Movida Madrileña engloban a un grupo de gente en un determinado momento y lugar, pero en ningún caso un estilo musical determinado. Con el actual movimiento indie no me pasa lo mismo. Estoy de acuerdo con los que opinan que la de indie no es una etiqueta para englobar un estilo musical sino para designar aquellos que se dedican a esto de la música y se encuentran fuera del circo de las majors (aún así hay quien entra en ello y aún conserva (al menos entre parte importante del respetable) tal etiqueta). Sin embargo sí me parece un escenario más homogéneo éste que aquel. Una melaza donde los pies de más de dos y de tres se hunden para impedirles levantar las cabezas por encima de lo esperado. No tiene más personalidad el que tiene que demostrar ser diferente del resto del que acepta ser parte de la masa.

Ayer conducía repasando viejos temas y me crucé con la idea. Principalmente vinieron a visitarme dos, uno de ellos, el grupo (ya desaparecido) que traigo al blog. Eran de Toledo, y se llamaban The Sunday Drivers.

Los Sunday Drivers me trajeron, cuando los conocí, un pedazo de las sensaciones que había perdido respecto de la música nacional. Sin inventar nada, con un sonido cercano al de otros que traeremos por el blog más adelante, pero transmitiendo un espíritu especial. Pop optimista, con tintes épicos. Con los teclados mágicos de Julián Maeso y la voz mesmerizante de Jero Romero. Un misil de espontaneidad, de mensajes directos y trazas mod y r&b.

Les conocí en su segundo álbum, un Little Heart Attacks que significó el inicio de su trabajo con Mushroom Pilow y les seguí la pista de cerca en su siguiente trabajo, un Tiny Telephone del que iremos trayendo cosas. Tengo un as en la manga. Guardo como oro en paño su último trabajo, The End of the Maiden Trip, y espero cualquier día de estos enchufármelo vía ótica y merendármelo de principio a fin. No sé si esto puede parecer muy friky (lo de guardar sin escuchar un disco que intuyes te va a encantar), pero os puedo decir que no sólo lo hago con bandas como esta de hoy, si contara..... pero ya contaré otro día de algunos tesoros de la discoteca por estrenar.

Los Drivers se separaron no hace mucho. Lo hicieron por diferencias en la forma de afrontar su futuro musical. Esto no es raro, si ya es complicado encontrarse y coincidir en un momento determinado, prolongar eso conlleva de una química y de unas motivaciones especiales. Ha pasado y pasará siempre. Me supo mal, me gustaría haberlos conservado un par de trabajos más al menos, pero nos quedan sus trabajos por separado. De entre ellos tengo en la recámara lo nuevo de Jero, aunque me parece que aún le toca esperar un rato.

Gracias a su salida a Francia y a cantar en inglés, los Drivers son perfectamente conocidos en el circuito festivalero europeo, no sé si tanto en América, pero a lo que voy es que no hablo de un reducto mesetero y castizo sino de una banda proyectada. Por esto no es complicado encontrar sus trabajos por ahí (por no hablar de la siempre presente red de redes).

Os dejo con un bonito tema de ellos. Una canción con reminiscencias mersey y juegos vocales de los que me gustan. Se llama Can't you see y no hace falta saber inglés para dejarse llevar por el tono vital de la melodía.

Se me ocurren peores formas de empezar un día de fiesta.

Cosas buenas a tod@s.


domingo, 7 de octubre de 2012

Music Tartar

Hay cosas que si se cocinan más allá de lo mínimo se estropean, pierden sus jugos naturales, y se transforman en suelas de zapatos dignas de los más analfabetos paladares.
Algunas materias primas guardan en sí mismas el sabor y el cuerpo necesarios para sofocar los deseos más exigentes. Cada minuto dedicado en manipularlas peca y araña la superficie que nos brindan.

Esta canción que hoy traigo al post es un ejemplo sublime de ello.
Pocas, como ella, puede expresar de forma tan sencilla y tan directa una realidad tan abrumadoramente cruel e indecfetible. Decía Serrat "nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio". No estoy de acuerdo con él en la primera mitad. En la segunda no puedo hacer otra cosa que quitarme el sombrero.

La canción se llama Para Vivir.
Se la debemos a un mago de las palabras y las melodías que se llama Pablo Milanés. Seguramente, con Silvio, el cantautor cubano más conocido a nivel mundial. A Milanés llegué tarde y por un camino extraño, una versión de Yolanda que se extendió mucho entre la gente de mi generación y que firmaron esos malagueños insustituibles que son Danza Invisible. Luego me lo encontré en mil sitios más. Como ese detalle que sin conocerlo pasa desapercibido pero que una vez identificado se repite donde ni siquiera te lo podías esperar.

Fue a través de Aute que me fijé por vez primera en esta canción. Y, qué canción!. Qué forma de cantar a la desesperanza del desamor sin mezclar el romanticismo de por medio. Como en un neorealismo de Antonioni. Una fotografía en blanco y negro de la cruda realidad. Sin paños calientes, sin atardeceres y sin paseos otoñales solitarios alfombrados de hojas secas. Dos más dos, cuatro. El miedo y la incerteza, el choque inesquivable de dos partes que no se encuentran. El drama del problema cotidiano, el de la cocina, el de los dos lados de la cama, con las letras del coche por pagar y el ruido de descarga de cisterna como banda sonora al acostarse. El flash momentáneo que deslumbra con el "y esto era todo?" propio, o el "así son las cosas" ajeno.

The Clash anunciaba el apocalipsis nuclear con London Calling, Pablo Milanés anunciaba el apocalipsis conyugal con Para Vivir. Ambos dan miedo.

Cosas buenas a tod@s.

sábado, 6 de octubre de 2012

Depeche, Clarke Mode.

No hace mucho hablábamos de éstos por estos posts. Hoy vuelven en la sección "eight days a week" (etiqueta "disco de la semana") con el que fue su primer trabajo Speak and Spell, del 81.
Ya entonces mencionamos este trabajo por ser el primero del grupo y el único en el que intervino la que posiblemente fue la figura que ideó y definió las líneas y la filosofía del combo: Vince Clarke.

Una vez (y durante) Fletcher, Gahan, Gore y el susodicho se hubieron reunido, pasado el momento Composition of Sound, Clarke escribió un puñado de temas con los que completar un primer trabajo (dos eran de Gore). Así nació Speak and Spell y así nació una de las fuentes básicas de eso que se da en llamar synthpop. Producido por Daniel Miller y distribuido por Mute en Inglaterra y Sire en los USA, el álbum se convirtió en un misil directo a las listas de éxito, especialmente en el viejo continente, alcanzado la décima posición en Inglaterra y siendo Oro tanto allí como en Alemania. Incluso llegó a entrar el el Billboard Pop de los EEUU alcanzando la 197, una posición nada desdeñable conociendo el hermetismo del oído estadounidense medio a los nuevos sonidos.

Un conjunto de canciones que he estado pasando esta semana en el coche y entre las que destaca la facilidad pegajosa y optimista de Dreaming of Me, tema dedicado a aquellos que piensen que hacer un hit pop-electrónico es cuestión al alcance de un chaval de cinco años con un ordenador de juguete de V-tech. Fue single. No apuntó mal el amigo Miller. Aparte de la archiconocida I just can't get enough (que ya pasó por estas líneas), destacaría el arranque mecánico de Photographic y la inmersión más electrónica de Big Muff.

No se encuentra entre los 1000 discos que has de escuchar antes de morir, pero ayuda a explicar no ya un precedente de algo, sino los primeros pasos dados asumida una dirección y un sonido.

Poco después de su publicación el señor Clarke abandonó la nave para emprender nuevos caminos (léase Yazoo y Erasure). El sonido de ese ego pujante que era Gore y su giro hacia un sonido más oscuro no se encontraba en la trayectoria del primero y decidió emprender camino por su cuenta.
Tras un anuncio en el Melody Maker, Alan Wilder entró como reemplazo de Clarke y Gore tomó los mandos de la nave para dirigirse a la siguiente etapa del camino Depeche, una cosa que se llamó A broken Frame y que, quién sabe?, igual traemos por aquí algún día.

Un hit de synthpop sin paliativos: Dreaming of Me.

Cosas buenas a tod@s.


miércoles, 3 de octubre de 2012

Las cinco llaves

Cantaba uno aquello the "The Great Pretender". Y no, no pretendo dármelas de lo que no soy, o al menos lo intento. Utilizo este blog más como cuaderno de notas del caminante que como cátedra desde la que impartir conocimiento alguno.
Eso, junto a una buena dosis de imprudencia, me lleva a meterme en camisas de once varas como la que hoy me ocupa. Un tema que daría, por sí solo, para un libro de cientos de páginas tras las cuales, a duras penas, se habría llegado a alguna conclusión.

Pero entremos un poco en harina.
Género: flamenco.
Sub-género: galardones curiosos.
Especie: La Llave de Oro del Cante.

Si flamenco es lo mismo que cante jondo o es éste sinónimo de cante gitano es una discusión a la que no pocos han aportado argumentos. Quizá en un futuro nos metamos en ese jardín, de momento vamos a suponer que se trata todo de la misma cosa y que viene a ser lo que todos entendemos por flamenco, un género musical enraizado con especial fuerza en la zona sur de España cuyas raíces están estrechamente vinculadas con el pueblo gitano. He intentado ser lo más vago posible.

En diversos géneros musicales se entregan galardones como reconocimiento al valor artístico, o la trayectoria, al número de copias vendidas de un trabajo o a la destreza técnica de los que lo han llevado a cabo. En cualquier caso existe una organización que lo otorga y que, para otorgarlo, toma como referencia una serie de valores más o menos definidos de antemano. No es raro, aunque no exclusivo, que además dichos premios se entreguen a intervalos regulares de tiempo (anualmente, de forma mayoritaria).
Rompamos las reglas.
Pensemos en un galardón que se entrega cuando a unos cuantos les da la gana. Pensemos además que esos cuantos no son siempre los mismos, ni del mismo lugar, ni pertenecen a asociación alguna. Sumemos que los criterios por los que se otorga son tan subjetivos que escapan a cualquier normalización, decálogo o acuerdo. El galardón, además, se encuentra durante mucho tiempo libre de propiedad, lo que permite libremente su aplicación.
Bueno, pues un poco de verdad de todo eso hay en ese premio que se dió en llamar La Llave de Oro del Cante y que, algunos, desean que no vuelva a otorgarse jamás.

Cinco llaves de oro se han otorgado (que se sepa) en la historia del cante. Obviamente a otros tantos cantaores. Cinco sujetos de valía indiscutible, que no van los tiros por ahí. Cinco nombres con los que empezar, por qué no?, el mundo del quejío en la nube de tags que hay al pie de estas líneas. A saber: el Nitri, Vallejo, Antonio Mairena, Camarón y Fosforito.

Fueron importantes estos cinco? Creo que poca duda cabe. Hasta el punto de ser los únicos merecedores de premio con nombre tan alquímico e iniciático? Posiblemente no, pero la falta de normalización es lo que tiene.

De la poca información de la que se tiene acerca de la primera llave, se viene a deducir que un grupo de amigos se juntaron tras una fiesta y se la otorgaron a Tomás El Nitri como reconocimiento a su buen cante y como valedor de la llave que cierra la esencia y el valor auténtico del quejío.  Ni siquiera se sabe a ciencia cierta en qué lugar se dió.

Con tal precedente, nos encontramos años después la entrega de una segunda llave a Manuel Vallejo. Ésta sí está mas documentada ya que entramos en una fase en la que el flamenco ha pasado a ser respaldado por parte importante de la cultura. A tal efecto hay un acto tremendamente significativo y de recurrente mención, el Concurso de Granada de Cante que Manuel de Falla y Federico García Lorca organizan en la cuidad andaluza en 1922. En 1926 se entrega esta segunda llave y se hace por parte de un empresario que realiza un concurso de cante en 1925 llamado La Copa Pavón. Vallejo gana la primera edición pero no la segunda pese al aparente sentir general de público y empresario, el cual, parece ser a modo de desagravio, decide de mutus propio su entrega.

No menos curiosa es la entrega de la tercera llave a Antonio Mairena. A tal efecto se organiza en Córdoba en 1962 una nueva edición de su concurso de cante (que, por ejemplo, Fosforito había ganado en el 56). Se presentan, parece ser que de forma un tanto apalabrada, primeras espadas del cante para, en lo que parece ser no fue tan limpio como cabría esperar, dar por ganador del concurso a Don Antonio y, con ello, concederle la tercera llave de oro. Antonio, Don Antonio, tiene mucha miga y otro día daremos cinco céntimos de esa cosa llamada Mairenismo.

Las dos últimas llaves las concede, con el cambio de siglo, la Junta de Andalucía, la cual registra el nombre del galardón y por tanto se hace depositaria del mismo.  Pero no por estar la cosa más regulada desaparece la polémica. Aumenta si cabe. Especialmente con la cuarte llave de oro otorgada a José Monge Cruz, Camarón de la Isla, lo que levantó una polvareda de las que aún no ha acabado de depositarse. Polémica (que no digo que injusta) decisión del organismo gubernamental, no tanto, creo yo, por el criterio utilizado (véanse los criterios y vehículos utilizados en las tres anteriores) como por el ente que la otorga (primeramente ajeno al círculo interno del cante y en segundo lugar votando por una figura a la que muchos acusan de traidor a los valores íntimos del quejío y la sonanta).
Posiblemente más confortada y tranquila quedó el ánima de aficionados, artistas y flamencólogos con la última, de momento, que se ha concedido a esa figura indiscutible del cante que es Antonio Fernández Díaz Fosforito. Con todo, sus críticas se ha llevado.

En resumen, el único objetivo del post era apuntar con la linterna a un rincón no siempre convenientemente bien iluminado de la música, ese que englobamos como flamenco, y en el que, sin embargo, se alojan de las mejores anécdotas, melodías e intérpretes que podamos encontrar. Ya hemos citado a cinco.

Una coplilla para acabar. Unas bulerías de Don Antonio.

Cosas buenas a tod@s.